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sábado, 18 de junio de 2011

CAPITULO 8: AMOR... NO SABEÍS COMO OS QUIERO



Heiji entró en la habitación de su hija intentando no hacer ningún ruido. Caminando furtivamente de puntillas hacia su hijita en la total oscuridad, no se detuvo hasta que estuvo al lado de su cama.

Se acuclilló a su lado y comenzó ha acariciar el oscuro pelo de la niña.

HEIJI: Mi pequeña Kizu, tan energética y valiente, siempre defendiendo a tu madre – dijo en un susurro casi imperceptible.

Continuo acariciando su pelo, apartándole mechones de la cara y colocándolos detrás de su cabeza, sobre la almohada, donde su pelo formaba un abanico oscuro, el mismo color que el de Kazuha.

Después recorrió con un dedo la suave mejilla de su hija, teniendo cuidado de no importunarla y despertarla con sus muestras de afecto.

Se quedó allí un buen rato, admirando la preciosa niña que había tenido con Kazuha y lamentándose por no haber podido estar con ella en los momentos más importantes de su vida: sus primeras palabras, sus primeros pasos, haberla llevado el primer día al colegio, haberla ayudado con los deberes, enseñarle a montar en bicicleta... y así podía seguir enumerando hasta que le diera la madrugada.

Se dispuso a irse ya, no debería tan siquiera haber entrado, pero no había podido resistir la tentación de poder ver a la pequeña niña dormida. Parecía un ángel con los ojitos cerrados y las manos juntas debajo de la cabeza. Pero si se despertaba y lo veía a él allí, ese ángel se transformaría en un demonio que, a pesar de que solamente era una niña, había que reconocer que daba miedo.

Cuando había dado dos pasos hacia la puerta, como antes, intentando no hacer ruido, fue cuando se lió la gorda: tropezó con una pelotita pequeña que estaba tirada en el suelo, escurriéndose y dándole a una caja de juguetes que había al lado, esparciéndolos por todos lados y haciendo un gran alboroto.

Kizu se removió en la cama, abrió los ojos lentamente, encendió la luz que había en la mesita de noche que estaba situada a su lado y lo vio con expresión somnolienta.

Sus ojos se fueron ampliando con tal que pasaban los segundos y cuando vio lo que pasaba, fue cuando grito.

KIZU: Maldito bastardo, ¿qué haces en mi habitación?

HEIJI: Yo... – se movió nervioso por todos lados, cogiendo los juguetes del suelo y amontonándolos entre sus brazos, haciendo una montaña – sólo estaba andando por aquí...

KIZU: Mentiroso, has venido ha hacerme cosas raras... – se levantó de la cama, poniéndose de pie en el colchón y le enseñó los dientes a Heiji – pollo te has pasado, esto ya no te lo perdono.

Heiji tragó audiblemente. Kizu tal como se encontraba ahora, con el pelo alborotado y enseñando los dientes en una mueca furiosa, parecía un león apuntó de abalanzarse sobre su presa y desgraciadamente, la presa era él.

HEIJI: Espera Kizu, onegai, dejame que te explique.

KIZU: No quiero tus explicaciones pollo – comenzó a andar con pasos lentos hacia él – reza lo que sepas, por que de esto no te salva nadie – rió maquiavélicamente.

Cada paso que Kizu se acercaba, Heiji reculaba otro y estuvo retrocediendo hasta que se chocó contra la pared.

Kizu aprovechó ese momento para terminar de acercarse a su presa, acorralándola en la pared, esta vez Hattori se arrepentiría de haber entrado en su habitación y no pararía de darle golpes hasta que se rindiera.

Pero, cuando estaba a punto de abalanzarse encima de Heiji, la puerta de su habitación se abrió de golpe y Kazuha entró.

KAZUHA: ¿Qué ocurre aquí? – preguntó mirando de Heiji a su hija y viceversa.

HEIJI: Tú hija que es una psicópata – se escabulló de la pared y consiguió colocarse detrás de Kazuha utilizándola de escudo – ¡quiere matarme!

KIZU: No es verdad – se defendió la pequeña – solamente iba a despellejarlo, no es lo mismo.

KAZUHA: ¿Pero me vais explicar que ha pasado? – inquirió cruzándose de brazos.

KIZU: Esté salido que ha entrado a mi cuarto mientras dormía – le acusó, señalándole con el dedo – iba a violarme, seguro y después me mataría y no volverías a ver mi cuerpo jamás, oka-san.

HEIJI: Pero...

KIZU: Cállate, ibas a cometer infanticidio... si no llego a estar en guardia esté ecchi me mata oka-san.

HEIJI: O.O...

KAZUHA: Sí muy bien – fue hacia su hija y la cogió en brazos – ya hablaré ahora con Hattori, tú ahora a la cama y deja de pensar en esas cosas...

KIZU: Pero, es que tío Shinichi nos explico a Conan y a mí que estaba investigando un caso de ese tipo...

KAZUHA: Sí, de verdad, no te preocupes ya hablaré muy seriamente con Shinichi... - dijo, mientras pensaba en las innumerables formas de torturar a Shinichi.

KIZU: Pero...

KAZUHA: Ahora a dormir – la acostó en la cama – es muy tarde y los niños buenos ya deben estar soñando.

Kazuha arropó a la niña con la sábana, y comenzó a acariciarle la cabeza, mientras que la niña cerraba los ojos de gusto y prácticamente ronroneaba por las caricias de su madre.

KIZU: Oka-san cantame algo – le suplicó – así podré dormirme antes, después de este gran susto.

KAZUHA: Está bien.

La voz de Kazuha era tan melodiosa que hasta Hattori tuvo que cerrar los ojos para poder disfrutar mejor de la nana que le cantaba a la niña.

Heiji recordó los momentos de su niñez, que era ya tan lejanos, pero que a la vez se sentían tan cercanos en los que observaba a Kazuha mientras cantaba jugando con su pelota debajo de un cerezo.

La voz apenas le había cambiado a pesar de todos los años que habían transcurrido y Heiji se vio transportado a un mundo diferente, donde él hubiera podido ser muy feliz junto a Kazuha y su hija, donde podría haber disfrutado de la familia que el cruel destino le había negado y había tenido que transcurrir seis largos años para poder reencontrase con ella...

La canción de Kazuha se cortó de golpe, y Heiji pasó de los sueños más dulces que había tenido, a la trágica realidad en la que se encontraba.

KAZUHA: Buenas noches mi pequeña Kizu – le besó la frente a la niña – que sueñes con cosas preciosas – se levantó del colchón y se encaminó hasta Heiji – vámonos, ya se ha quedado profundamente dormida.

Ambos salieron de la habitación y cerraron las puertas detrás de ellos.

HEIJI: Quiero asegurarte que no le iba a hacer nada a nuestra hija, solamente entré para verla dormir, no pretendía...

KAZUHA: Lo sé perfectamente – le cortó – es todo culpa del maldito de Shinichi que le mete ideas raras en la cabeza, pero se arrepentirá.

HEIJI: Menos mal que no has creído nada raro.

KAZUHA: Te conozco desde siempre Heiji, y se perfectamente que no eres capaz de hacer nada malo... bueno nada de ese tipo de cosas de las que te acusaba Kizu.

HEIJI: Kazu, ¿Cuándo me dejarás explicarte las cosas? No paso nada, lo que viste fue un malentendido, no me...
KAZUHA: No quiero oír nada más Heiji – se tapó los oídos con ambas manos – el pasado, allí se queda, en el pasado, ahora solo me importa mi hija.

HEIJI: Kazu – no pudo aguantar más el impulso y abrazó a Kazuha con todas sus fuerzas, rodeándola firmemente con ambos brazos, pegándola tanto a él que la joven apenas podía respirar – Kazu, algún día me tendrás que escuchar y cuando lo hagas te arrepentirás del terrible error que cometiste al alejarte de mí.

KAHUZA: Heiji... – dijo con voz entrecortada.

HEIJI: Te he amado desde el primer momento que te vi – se apartó ligeramente de ella, lo suficiente como para poder mirarla a la cara, pero no tanto como para alejarse demasiado de ella – te he amado desde que eramos unos críos y hasta en este momento, a pesar de todo lo que nos ha ocurrido, te sigo queriendo.

El corazón de Kazuha no podía latir más rápido y su respiración parecía que no quería salir de su pecho. Esas palabras la habían conmocionado demasiado, despertando en ella sentimientos que creía olvidados y enterrados en lo mas profundo de su ser desde
hacia muchísimos años, pero con esas simples palabras habían vuelto a la vida con más fuerza que nunca.

HEIJI: Estás tan bonita con el pelo suelto – alargó la mano hacia el pelo de la chica y se enredo un mechón en un dedo – siempre lo llevas cogido en tu coleta, pero con el suelto estás muchísimo más bella – jugueteó con su pelo.

KAZUHA: Heiji, es mejor que me vaya, es tarde y mañana tengo que trabajar – tragó sonoramente para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta.

HEIJI: Tienes razón, es mejor que nos vayamos a dormir ya – poso un dulce beso en la frente de la joven y apretándola un poco más en su abrazo se apartó de ella – nos vemos mañana temprano Kazu, descansa – se dio la vuelta y se fue hacia su dormitorio.

Kazuha se quedó helada, allí de pie durante muchísimo tiempo después de que Heiji se hubiera ido. Con el corazón aún latiéndole alocado dentro de su pecho y con un vacío en el alma que hacia muchos años que había desaparecido.

CONTINUARÁ...



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